viernes, 11 de enero de 2008

Cuentos Olvidados de los Eldar

Aqui va un resumen de un cuento que me es muy preciado dentro de la obra completa de Tolkien, y como muy pesima ofrenda a su legado, os lo muestro. no me rajeis mucho por los errores, "las yerbas elficas nublan el buen juicio".

...

En las Tierras de Aman, fueron los Valar, enviados de Eru el único, para cumplir su cometido en la Tierra Media.

Los Valar no eran sino una representación de los poderes del mundo que gobiernan des del más extremo occidente hasta las tierras imperecederas que mueren en el este.

Dentro de la Tierra de Aman, se construyó Valinor, la ciudad inmortal, donde todos los dioses moraban cuando el mundo era aún joven y los primeros nacidos no habían despertado. Entonces, se vieron necesitados de una fuente de luz permanente que iluminase todas sus obras, puesto que vivían en la más absoluta oscuridad.

Varda, diosa de la primavera y de todos los animales y plantas, vio que del martillo de herrero del dios Arveë emanaban unas chispas cuando trabajaba construyendo los materiales que crecen en la tierra como el oro, el diamante, la esmeralda. Cogiendo estas chispas, las consagró y las envió al mar del firmamento, iluminando todo el cielo oscuro con luces mortecinas. Y así nacieron las estrellas.

Todos los dioses se maravillaron ante tal obra de Varda, la cual, no desistió en su empeño de crear luz y continuó haciéndolo hasta el Primer Despertar (otro cuento que explicaré, si se tercia, de la llegada de los elfos al mundo).

Cuando los elfos (eldar) fueron llevados a Valinor, Varda plantó sobre un montículo dos semillas y dijo:

-De aquí saldrán dos árboles, y recibirán los nombres que vuestros corazones dicten – y en ese mismo instante empezó a danzar y a cantar alrededor del montículo. – He aquí la Luz de Valinor!

De repente, surgieron dos brotes que fueron creciendo vigorosamente en el oscuro cielo, y cuando fueron maduros, Manwë, Señor de las Aguilas y los Vientos, dijo:
-Silpilion el de flores de plata y Telperion el de frutos de oro llamaremos a esta obra – y con estas palabras empezó la primera primavera del mundo joven.

En efecto, Silpilion era un árbol que emanaba una luz plateada y suave, como el roce de la seda a la piel; y florecía cuando menguaba Telperion, que a su vez florecía cuando menguaba Silpilion. Telperion emanaba de sus frutos una luz intensa de color oro que llenaba de júbilo los corazones. Así el mundo fue iluminado desde Occidente.

Pero Melkor, dios de los torbellinos de frío y de fuego, empezó a envidiar las obras de todos los demás dioses, más bien las codiciaba, y sobretodo las joyas que los Eldar creaban para deleite de los Valar. Los elfos residentes en Valinor fueron amigos suyos, pero pronto empezaron a vacilar acerca de aquel Valar, puesto que intuían algún tipo de temor y mal hacia éste.

Sin más, Melkor abandonó Valinor sin ser advertido para ir a encontrarse en la Tierra Media con Ungoliath la Araña. Tejedora de tinieblas la llamaron los Eldar, puesto que se alimentaba de todo tipo de luz y luego escupía una tela tan densa y negra que parecía la propia oscuridad. Así fueron hasta el borde de los Dos Árboles, sin ser nuevamente advertidos, envueltos en una capa de oscuridad. Entonces, cuando menguaba Telperion y empezaba a florecer Silpilion, Melkor y Ungoliath fueron descubiertos por dos Eldar, los cuales, huyeron al ver qué se proponían, pero que fueron muertos por una espada esgrimida por Melkor; y así dieron muerte a los primeros Eldar, puesto que no morían por enfermedad alguna y vivían eternamente sometidos al mundo.

La propia espada manchada de sangre la clavó primero en el tronco de Telperion puesto que no se notaría tanto el desgaste de luz, y cuando sacó la espada broto de la herida una savia que deslumbraba la vista. De un salto Ungoliath empezó a absorber toda la radiación líquida y añadir su veneno al árbol, el cual murió. Lo mismo se hizo con el restante árbol.

Melkor huyó a la Tierra Media antes que los demás dioses llegasen para ver que sus peores temores se cumplían. Allí residió a partir de entonces este Valar, y fue llamado por los Eldar, Morgoth, que significa “Señor Oscuro”.

Pasaron edades entre lamentaciones de Varda y los demás Valar y Manwë, Señor de los Valar. No supieron qué hacer para volver a crear obras que colmasen corazones, puesto que habían desempeñado todo su poder en levantar las montañas, crear los mares, dominar los fríos del norte. Varda lloró amargamente sobre las raices de los dos árboles mortecinos, y de nada sirvió; pero recurriendo a todo su poder, recogió la restante radiación de los dos árboles y las roció cantando y bailando; y de nada sirvió.

Cuando todos los dioses se vieron sumidos en su propia desdicha, gracias a los esfuerzos de Varda, Telperion creó un gran fruto que emanaba una poderosa luz, sólo un fruto. Y de Silpilion nació una bella, dulce y suave flor, muy grande y vigorosa.

Entonces Manwë dijo:

- Necesitamos de estos dos frutos para iluminar todo el mundo, pero no concibo la manera que así sea, hasta entonces los dejaremos tal como están, pero no sin vigilancia.

Tulkas fue ese vigilante. Seguían pasando las edades y los Eldar que quedaban en Valinor empezaron a cabalar teorías sobre las funestas acciones de los dioses y éstos les pidieron consejo. Largo tiempo los Eldar ayudaron a concebir nuevas para la iluminación de todo el mundo.

- He aquí que he concebido una idea – dijo Manwë -. Construiremos dos barcos, puesto que son las mejores obras de todos los Eldar, y consagrándolos los mantendremos en el firmamento.

Y esto hicieron. Necesitaron la fuerza de Tulkas y dos Valar más para transportar el Fruto del Mediodía (el de Telperion), pero éste se resbaló y cayó rompiéndose en el suelo. Pero, con la artesanía que llegaron a desarrollar los Eldar en aquellos años, pudieron construir un barco con los fragmentos del fruto, y bañándolo con la savia del propio árbol brilló implacable a los ojos de dioses y elfos, que tuvieron que evitar esa radiación tapándose los ojos.

Lo mismo hicieron con La Flor de la Noche, la cual también se rompió. Pero se pudo observar un barco muy ligero con una luz que descansaba las almas.

Pasaron los años y edades hasta que por fin se hizo lo pensado.

- A partir de hoy, el Barco del Sol partirá por los confines de Inwë (el firmamento) y lo mismo hará el Barco de la Luna. Pero, ¿quién de los aquí residentes dejarán una vida de deleite para tal tarea? Puesto que es necesario un tripulante para cada navío – después de estas palabras, Manwë esperó contestación alguna.
- Yo viajaré en el Barco de la Luna si es que llego a merecer tal don. Es sabido en la Tierra de los Dioses que soy un gran artesano elfo. Mereceré este cometido?
- Aïrios Hijo de Aürio, de la raza de los Noldor, más bien por tu buen corazón y tus buenos actos, y no por tu torpeza, te escojo. Gran artesano eres sin duda, pero no buen marinero – y con estas palabras escogió a Aïrios.
- El Barco del Sol no puede ser maniobrado por Eldar alguno, Manwë Sulimo. Es necesario un espíritu más poderoso; un Maia. (dios menor, no es un Valar. Sauron era un Maia :p ).
- Bien, para esta tarea nombraré a Oüsse, cuyo corazón es irrefrenable tras las montañas que circunvalan nuestras tierras – clamó Varda.
- Seguiré tu consejo Varda la Eternamente Joven, y conduciré el Barco del Sol. Tal y como dices, mi corazón es indomable y ninguna montaña puede desolarme – dijo Oüsse, que fue bañado en radiación para poder soportar la carga del navío.

En ese instante, los Barcos partieron de los Puertos de Valinor y se irguieron en el firmamento y allí permanecieron.

Al cabo de un tiempo, Varda osbervó que sus obras (animales y plantas) se marchitaban debido al exceso de radiación y al descanso postergado por la carencia de luz apaciguadora; puesto que el Barco del Sol brillaba tanto que no se distinguía el Barco de la Luna.

- Manwë Sulimo, necesito de tu consejo, pues mis obras menguan y no debiera ser así. Demasiada radiación queda atrapada en estas tierras, pero allende el Gran Mar, donde mora Melkor, no llega luz alguna, y nuevas criaturas oscuras llegan a la Tierra Media, incluso mas poderosas que la Tejedora de Tinieblas. Cómo refrenar tal destino?
- No se me ocurre idea alguna, pero, sea como sea, conseguiremos dominar nuestras acciones.

Más edades pasaron hasta que un día, aparecieron tres individuos y desearon hablar con el Consejo de los Valar. Uno de ellos era un ser muy viejo, cuya barba blanca y descuidada llegaba hasta el suelo; su pelo, blanco también, crecía a media cabeza y también llegaba al suelo; tales eran sus arrugas que no podía apreciarse su mirada. El otro, mostraba un aspecto en un punto exacto de madurez y plena juventud y se mostraba animado. El restante era más bien un niño, a ojos de un hombre, con movimientos realmente ágiles y rápidos.

- He aquí que nosotros mostramos nuestra artesanía ante tales dioses, pues nos fue comunicada vuestra desdicha – diciendo esto, extendieron sus manos desnudas ante los ojos de los observadores.
- No existe nada en vuestras manos, quienes soys extraños viajeros? – replicó Tulkas en tono irónico.
- No tenemos nombres, pues no necesitamos. Observad con atención y observareis nuestro cometido.

Entonces, como si se tratase de una cuerda invisible, ataron cada uno de ellos un nudo a cada barco y dijeron:

- Navegad ahora y empezad a contar el tiempo, puesto soy el Año – dijo el más anciano-. El joven, el Mes. La criatura, el Día.
- Pero no sin antes con un rumbo. He aquí que el Sol viajará a través de la noche para salir por el Este, tierra olvidada por nosotros; y vendrá a buscar puerto a Valinor. Entretanto, de aquí saldrá la Luna y regresará cuando surja en el este el Sol.

Y a partir de entonces, el Sol y la Luna viajan a través de los mares del firmamento. Pero por otro lado, empezó el tiempo a causa de las malas acciones de Melkor; pues con los Dos Arboles todo el mundo fue inmortal.

Por la Senda de los Sueños

Por la senda de los sueños, sentado y abatido encima de un montículo arenoso, observé al emisario del amor, que yacía con mirada lasciva:

- el amor ha desaparecido del corazón de los Hombres. Por que he de malgastar mis flechas carmesí en almas con ojos vendados, en los cuales no se ve la luz que emanaban?- dijo Cupido.
- No sino a ellos que son los que olvidaron amar y ser amados han de dirigirse tus flechas, pues sus corazones están desatendidos y sus mentes se vuelven desdichadas y codiciosas-dije-. Pero, ¿no será tu propia soledad la causante de tu dilema?

A esto tardó en contestar lo que resultaron minutos, pero, levantándose de una manera forzada contestó:

- creo que mi soledad no es la causante de todo el mal; es mas bien la guinda de mi propio pastel. Pero cuentame como poder escapar de tal destino?
- Lanzando flechas, no hay elección. Cuando viniste a este mundo fue por una tarea concreta, por que demorarse cuando ya conoces todo lo necesario? Arduo es tu cometido, pero gran satisfacción recibes a cambio.
- Tal es así como lo cuentas, pero, a quien se lo cuento? Pues mis nuevas son conocidas allende el mar, pero, se sabe de mi existencia durante el año?

No pude contestarle, puesto que había caído en su trampa, impidiendome decir algo mas.
Segui caminando hasta que por algun camino, volvi a la cruda realidad llena de asfalto y caras opacas. Entonces recorde lo que dijo Cupido; era verdad que estaba malgastando flechas?